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Un Infierno Sin Salida Ni Final Donde Asesinaré Tus Sueños

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(Caveat emptor: Spoilers)

En El Gran Lebowski hay una escena que representa el pico más alto de la comedia física y sinsentido en el film. Están Walter Sobchak y el Dude en la casa de un pre-adolescente que, sospechan, ha sido el responsable de robarles el dinero del rescate que les ha dado Lebowski. Encuentran un auto deportivo de último modelo en la puerta e inmediatamente asumen que el jovencito ha dilapidado el dinero comprándolo. Luego de un interrogatorio infructuoso en el cual el borrego se niega a contestar las preguntas y los mira con cara de desapego e inercia, Walter sale a la calle y, con una barreta, se dedica a destrozar el vehículo mientras grita “THIS IS WHAT HAPPENS WHEN YOU FUCK A STRANGER IN THE ASS”. Por supuesto, ese auto no le pertenece al adolescente, que jamás ha visto el dinero, jamás ha comprado nada, sino a un vecino que inmediatamente quiere matarlos. La broma es que es la última comprobación de su inutilidad como “investigadores secretos”, incapaces por completo de desentrañar la trama que los envuelve. En segundo lugar, la idea de que, finalmente, el extraño al que están cogiéndose por el culo no son ellos, sino ese pobre e insospechado propietario que de pronto se encuentra a los dos ridículos destrozando su auto. En tercer lugar, la idea misma de que si te coge un extraño por el culo, al menos sin consentimiento previo, no es una situación muy agradable.

Batman V Superman es un poco como eso. Un cúmulo de inutilidades e ineptitudes, de errores a toda banda, de idioteces confabuladas de niveles que van desde lo más alto de las esferas corporativas hasta lo más bajo de los fanáticos desesperados.

En este punto, arrancaría insertando una puteada a Zack Snyder, el director más desastroso que ha dado el mainstream en los últimos 15 años. Un tipo que es una mezcla entre el espíritu de un gimnasio sucio y sudoroso, apestando a testosterona de cuarta, dos o tres libros de filosofía y teoría política para principiantes manchados de grasa, un sentido completamente retardado de lo épico y cuatro recursos visuales empleados hasta el hartazgo que hacen que todas sus películas se vean igual, entre la pomposidad y lo gris. Un sujeto con una incapacidad congénita para narrar, que ya se cargó a Watchmen en una adaptación que no entendía nada ni de su superficie ni de su mensaje último pero que sin embargo se ufanaba de robar los trucos formales de Moore y Gibbons, como si una adaptación midiese su éxito en relación a la mejor manera de trasladar efectos que no funcionan de la misma manera entre dos artes. Hace muchos años que vengo diciendo que Snyder es un tarado, y por supuesto que esta película solo lo confirma.

Pero el problema es mucho más profundo que Snyder, y puede ser trazado como un chancro canceroso a la totalidad del DC Comics actual. Quizás sus raíces se encuentran en ese momento infausto en el cual decidieron publicar el aborto llamado Identity Crisis (que sigue siendo, aún hoy, uno de los peores comics de superhéroes jamás editados); quizás se pueda retraer a los diversos intentos de Geoff Johns por revitalizar la marca mirando al pasado y al futuro al mismo tiempo, rescatando los personajes clásicos que habían sido reemplazados en los 90s (los aburridísimos Hal Jordan y Barry Allen), recauchutando la Crisis en Tierras Infinitas para una nueva audiencia que evidentemente pensaba que había tenido pocos desmembramientos en sus páginas, intentando dotar todo de un tono badass que poco tenía que ver con el espíritu del DC Comics con el que muchos crecimos.[1] Quizás su origen esté en el momento en que contrataron a ese mercanchifle de cuarta, a ese heraldo del mal gusto que es Dan Didio como editor general. Probablemente mucho se relacione con el increíble éxito de las películas de Batman de Christopher Nolan, que proponían una versión más “realista” y “oscura” del encapotado.[2] Y por completo se relaciona con la posición de DC en particular y Warner en general como una compañía desesperada, aterrorizada ante los avances de Marvel y Disney en la imaginación mundial, carente de identidad, mendigando reconocimiento, empujando una franquicia a nacer usando cuchillos de carnicero como fórceps.

La reorganización corporativa de DC y Time Warner, que convirtió a la vieja editorial en DC Entertainment, forzó su relocalización a la costa oeste de los Estados Unidos desde sus ancestrales y tradicionales oficinas en Nueva York, y produjo la expulsión de viejos baluartes de su antigua identidad como Karen Berger y Paul Levitz, es una semilla y una consecuencia de estas películas. Warner de pronto descubrió que DC es una granja de propiedad intelectual que, bien manejada, podría darles los tanques que requerían para sus próximos cuarenta años, reemplazando a Harry Potter y Tolkien. O sea, se dieron cuenta, 10 años más tarde de lo que deberían, de que tenían uno de los universos ficcionales más fértiles.

Pero les hacía falta algo que los diferencie de la fábrica de producción de chorizos prolijos y ocasionalmente buenos que es el universo Marvel cinematográfico. Y la elección fue apuntar a una “complejización” (COMILLAS COMILLAS COMILLAS) de sus personajes icónicos, a un intento de oscurecerlos, ponerlos a debatir complejos temas de poder, responsabilidad, religión y la relación entre lo humano y lo sobrehumano. El problema es cuando les confías estos temas a Zack Snyder y Ben Affleck con una pila de fotocopias del CBC y de lo peor de Alex Ross y Brad Meltzer bajo el brazo.

El segundo problema es cuando vas en contra de lo que tus personajes mismos hacen mejor. Ya lo dije hace tres años cuando escribí sobre Man Of Steel y lo repito ahora: los personajes de DC son apolíneos, idealistas, optimistas, brillantes, aspiracionales, deberían ser la representación de un mundo ético perfecto e inalcanzable pero al que siempre deberíamos aspirar. Los personajes de DC deberían tener humor, estar lo más cerca posible de un dibujo animado, ser coloridos, realizar su trabajo con una sonrisa, disfrutando de sus poderes, tratar a la humanidad con calidez y comprensión. Este es su espíritu y puede ser rastreado no solo en el primer Superman de Siegel y Shuster, sino también en el Superman mecánico y delirante de los años 50, en el Batman oscuro pero psicodélico de Bill Finger[3], en la Wonder Woman sexualmente polimorfa y progresista de William Moulton Marston, en la Liga de la Justicia de los suburbios de la Silver Age, en el Superman canchero de Byrne, en el Flash de líneas rápidas de Carmine Infantino, en el Batman trotamundos de Denny O’Neill y Neal Adams, en todo lo que hizo Grant Morrison de Animal Man para aquí, en la Liga de la Justicia de Giffen y DeMatteis, en el Starman de Robinson, en la Legion de Superhéroes (adolescentes del futuro que viven en una confederación pan-planetaria dedicada al mejoramiento de sus miembros, polisexuales y polirraciales, ¿qué hay más utópico que eso?), en el Flash de Mark Waid, en el Batman sonriente de Grant y Breyfogle, en la Nueva Génesis etérea y musical y el Jimmy Olsen prendido  y moderno de Kirby,  y en tantos otros ejemplos.

No es una casualidad ni una fabricación intelectual: es parte del ADN de su universo ficcional. Y los eternos intentos de retornar a un estado de inocencia y naturaleza que la compañía emprende cíclicamente en su inmensa mayoría apuntan a rescatar este espíritu de aventura y diversión, de alegría e idealidad, frecuentemente corrompido por la necesidad de narrar historias.

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En esta caracterización, por supuesto, hay dos niveles: estéticos e ideológicos. Batman V Superman es una catástrofe en ambos polos. En el nivel estético, en primer lugar, es un desastre narrativo, un golem hecho de cadáveres y pedazos de historias. Tiene una primera hora, hora y media, en donde nos presentan los personajes y sus conflictos y pretenden armar algo similar a un quemado lento que será recompensado en la segunda mitad de la película, que es pura acción y escenas de lucha que van apilándose una sobre otra. Esta primera parte es un desastre de edición y narrativa. Las cosas simplemente suceden porque tienen que suceder (¿qué motivo tiene Wonder Woman para estar en la película más allá de que hace falta presentar a Wonder Woman y vender su próximo film? ¿De dónde sale? ¿Cuál es su motivación? ¿Qué relación tiene con el resto de la película toda la escena de la pesadilla de Batman, que jamás es vuelta a mencionar? ¿POR QUÉ MIERDA ME MOSTRÁS DE NUEVO EL ORÍGEN DE BATMAN, DOS VECES, EN RALENTÍ? YA LO CONOCEMOS TODOS ¿Qué tiene Luthor para ofrecer a cambio de que el Gobierno de los Estados Unidos le permita acceso a una nave llena de tecnología desconocida y al cadáver de un alien peligroso? NADA, ABSOLUTAMENTE NADA) y los personajes reaccionan porque si, sin ningún tipo de plan ni caracterización consistente. Escenas que parecen insertadas con pegamento, muertes de personajes secundarios reconocidos “solo por las risas” y sin nombrarlos jamás, saltos entre hilos argumentales que no tienen ningún tipo de coherencia. La película parece editada por un niño de cinco años.

Luego, la película es visualmente horrenda. Gris. Platinada. Oscura. RUIDOSA. Confusa. Como si un morlock hubiese vomitado en celuloide. Todo el diseño de producción está maximizado en la dirección de aplastar y expulsar cualquier atisbo de luz. Zack Snyder tiene que aprender que el ralentí no implica acción dramática y que existen otros colores además del azul oscuro y el marrón desértico. Interminables escenas de Batman y Superman llorando sobre ruinas mientras cae la lluvia, lo que todo fanático quiere ver.

Pero, además, es una película que, desde un punto de vista ideológico, odia a sus personajes. Los detesta profundamente. Y odia a DC Comics. O al menos al DC Comics que yo reconozco como propio. Batman es un psicópata que solo conoce de violencia y poder, que asesina sin ton ni son, que marca a sus presas y emplea pistolas y armas. Superman es un niño mimado y caprichoso que no entiende nada del bien común, que piensa que la única vida que importa es la de Lois Lane y su mamá y que refunfuña cada vez que se le contradice. Y además es un personaje sin ningún tipo de agencia y de inteligencia, de decisión, que apenas es colocado contra la pared no imagina una mejor solución, sino que se dobla a la voluntad de Lex Luthor. Luthor es un mal Joker, una colección de tics, melodrama, babas, maquiavelismo de cuarta sin previsión al largo plazo y miradas desorbitadas ¿Por qué crear a Doomsday existiendo la posibilidad de que triunfe Batman? ¿Acaso no iría en contra de su discurso anti superpoderes? ¿Dónde está el Luthor frío e inteligentísimo  que odia a Superman simplemente porque cree en su propia superioridad y, por extensión, en la superioridad de la raza humana como dueños del planeta y seres creativos? Este Luthor solo conoce la justificación de su propia locura, ahuecando al personaje. Wonder Woman está ahí, a pesar de los buenos intentos de Gal Gadot, que hace lo que puede con el poco material que le es dado, que consiste en actuar como adorno decorativo.

Es una película que detesta tanto a sus personajes que el único momento en que produce una imagen poderosa y en sintonía con el espíritu del personaje (Superman ingresando al Capitolio para responder frente a los poderes del hombre, un momento que debería ser Frank Capra conoce a Mark Waid) termina utilizándolo como una excusa para introducir más carnicería gratuita, ¿qué necesidad de que Superman salve a alguien alguna vez cuando podés mostrarlo envuelto en llamas y en restos humanos calcinados de lo que hace poco fue una habitación llena de gente?

Todos los personajes terminan siendo egoístas y caprichosos, niños mimados que no pueden superar la muerte de los padres como medida última de su pequeñez. Luthor no cree en Dios porque su padre le pegaba, Bruce Wayne odia a Superman porque sus padres murieron, Superman encuentra confort en los peores consejos de un Pa Kent fantasmal que aboga por la ayuda a sí mismo y los parientes cercanos por sobre el total de la humanidad. El motivo final por el cual se “amigan” Batman y Superman es de una puerilidad tal que dan ganas de arrancarse los ojos y el cerebro. Nada importa, en última instancia, más que el poder de los hombres grandes y su capacidad de ejercitarlo, más que la fuerza y la destrucción, más que la capacidad de imponer tu visión del mundo que te da la posibilidad de pegar más fuerte.

Es verdad, en gran medida, que vivimos en una cultura a la cual no le importa el futuro (o al menos no le importa el futuro como una posibilidad emancipatoria) y que está obsesionada con la muerte. En ese sentido, como menciona esta reseña, a lo mejor BvS es la película que nos merecemos. Fea, brutal, inconexa, chillona y destructora. Una película producto del más profundo desprecio. Lo peor de todo es que hay contingentes de fans tan desesperados por ver a DC tener un éxito en el cine, por luchar palmo a palmo contra Marvel, tan identificados con una camiseta a costa de su contenido, que están aprobando esta catástrofe y cuestionando la posibilidad de una mirada negativa. Y también hay otro contingente, que se expresa en la catarata de críticas negativas, que pareciera estar esperando el fracaso, relamerse ante la posibilidad de demostrar que aún se posee capacidad crítica y se puede canibalizar una película de superhéroes, género que hasta hace cuatro o cinco años se consumía de manera acrítica. Hay algo de exorcismo de la cultura en esta postura, una especie de expiación de pecados cometidos retroactivamente que nos hacen ver que quizás el género superheroico, también, se merecía un juicio más áspero, un deseo de muerte de todo lo mainstream que de pronto perciben dominado por los detritos de lo fantástico.[4]

Lo más seguro, y DC ya me ha demostrado esto con creces a lo largo de los últimos cinco años, yo no sea la audiencia que esperan para esta película. A pesar de que crecí leyendo sus comics y amando sus personajes. Pero me cuesta descubrir a quién apuntan: ¿a los fans que solo quieren el sabor de las imágenes superficiales de sus ídolos animadas a toda costa?, ¿a los adolescentes enojados?, ¿a los douchebags?, ¿a la gente que odia lo que representa Marvel como punto básico de su existencia?, ¿a las personas que les gustó el Batman de Nolan y quieren una versión con más músculos?

Y, más allá de esto, BvS es ética, estética y conceptualmente un desastre. No entiende a sus personajes, no sabe qué hacer con ellos, no comprende nada de ritmo narrativo ni sabe que porciones del material original adaptar y como modular esto (¡METAMOS DARK KNIGHT RETURNS! ¡Y MUERTE DE SUPERMAN! ¡Y DARKSEID! ¡Y LIGA DE LA JUSTICIA! ¡SIIII, YAAA, AHORA, PORQUE SI, PORQUE PODEMOS Y A LOS FANS LO QUE LES GUSTA ES QUE LES GUIÑEMOS EL OJO!). Batman V Superman es un descuartizamiento, una tumba común, un monumento a la idiotez y la carencia de imaginación y la épica entendida en métricas de destrucción.

O, en otras palabras: Batman V Superman, lo más parecido a lo que pasa cuando un grupo de extraños que no tienen idea alguna de lo que están haciendo te cogen por el culo.

[1] Nobleza obliga, no soy un hater de Johns. Si, tiene impulsos muy horrendos en su afán de actualizar a los comics de superhéroes (la tendencia al desmembramiento y la sangre) pero también es un tipo bastante imaginativo y algunas de sus agregados al Universo DC (los cuerpos de Linternas de colores, el nuevo viejo Brainiac) son grandes homenajes al espíritu delirante y creativo de lo mejor de la editorial. No es pura destrucción, como el inepto de Didio, sino también bastante de cariño, y ha escrito algunos comics verdaderamente notables.

[2] Opinión rápida y canónica sobre el Batman de Nolan: Batman Begins está bien pero no es nada del otro mundo, The Dark Knight sigue siendo una gran gran gran película (que aparentemente le salió de pedo), The Dark Knight Rises  da vergüenza ajena. El problema no es esa trilogía, que podría existir en un vacío perfectamente como algo cerrado, sino los afanes por copiar el tono de la misma, un tono que funciona (y hasta ahí) solo con Nolan y Bale y que ya en el 2016 está cubierto de polillas. Igual al lado de Snyder son la Capilla Sixtina.

[3] Un punto a favor de BvS, uno de los poquísimos, es la felicidad de ver una placa al principio de la película que acredita la creación de Batman a “Bob Kane con Bill Finger”. Tomó demasiado tiempo, pero al fin se hace justicia.

[4] Algo similar pasó el año pasado con esa otra zona de desastre construida sobre el agujero humeante de la esperanza en un mundo mejor que fue la película de los Fantastic Four.

La entrada Un Infierno Sin Salida Ni Final Donde Asesinaré Tus Sueños aparece primero en El Baile Moderno.


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